INTRODUCCIÓN
Los
estudios sobre democratización en América Latina generalmente incluyen dos
aspectos básicos: el económico y el político. Brillantes y numerosos trabajos
se han abocado a explicar como estos dos aspectos fueron, son y probablemente
serán puntos determinantes para entender el proceso democrático en el área.
Sin
embargo, los estudios acerca del contexto cultural que permea las esferas
política y económica son más bien escasos. Dentro de este esquema cultural
destaca, sin duda, el sistema de valores compartido por la mayoría de quienes habitan
la región latinoamericana, aún tomando en cuenta las diferencias propias de
cada país. Además de un largo pasado de tradiciones e instituciones
político-sociales indígenas2, este sistema de valores tiene tres fuentes
principales:
la
herencia española y portuguesa (de 1500 a 1800), la cultura criolla, (españoles
nacidos en América, de 1800 hasta principios del siglo XX), y el más reciente,
constituido por el conjunto de valores democráticos de mediados del siglo XX hasta
la fecha. Tanto la herencia españolaportuguesa como la criolla, parecen tener
aún una importante presencia en los países latinoamericanos; la última, es
decir, la democrática, ha empezado su incorporación sólo en las últimas décadas
del siglo XX. Este hecho resulta preocupante con respecto al proceso de
democratización en el área, porque aún cuando cambios substanciales en lo
económico y en lo político tengan lugar, los factores culturales seguramente
estarán deteniendo el proceso. El propósito de este ensayo es precisamente examinar
el impacto de la herencia española y portuguesa en la cultura política de América
Latina en general y cómo esta parece estar dilatando el establecimiento de la
democracia en el área, a pesar de que las otras dos esferas estén entrando en
la arena democrática con buenos bríos.
1.
- Los desafíos del mundo contemporáneo. Al borde del final del siglo XX, el Consejo
Ejecutivo de la UNESCO encargó a un grupo de eminentes intelectuales,
presididos por el pensador francés Jerome Bindé, que elaborara un documento
sobre las principales tendencias que se advierten en el mundo actual y que pueden
transformarse en verdaderos desafíos para la humanidad en el siglo XXI. El
grupo identificó diez tendencias principales, a las cuales vamos a referirnos,
brevemente.
1.-
El rápido desarrollo de la tercera revolución industrial, el continuo progreso
de la globalización y sus crecientes efectos, que están realmente conmoviendo los
fundamentos de la sociedad, pero cuyo principal riesgo es que están generando a
nivel mundial, una sociedad dual, cada vez más inequitativa, entre las naciones
y al interior de éstas.
2.- La
pobreza, inequidad y exclusión. Pese a progresos hechos en los últimos años mediante
la promoción del paradigma del desarrollo humano sustentable, la mitad de la población
mundial lucha por sobrevivir con menos de dos dólares diarios.
3.- La
emergencia de nuevas amenazas a la paz, la seguridad y los derechos humanos. Surgen
nuevas formas de violencia y de conflictos, con las características que ahora
son más frecuentes al interior de los Estados que entre los Estados (racismo,
xenofobia, intolerancia religiosa o étnica, discriminación, ultranacionalismo).
4.- Los
problemas provenientes del crecimiento excesivo de la población mundial. La población
mundial alcanzó 1,000 millones de personas en 1804, 2,000 en 1927, 4.000 en 1947
y 6,000 en octubre de 1999.
5.- La
rápida degradación del medio ambiente, provocada por el recalentamiento del planeta,
los modelos consumistas contrarios al desarrollo sustentable, la contaminación del
aire, de las aguas y de los suelos, todo esto acompañado de una reducción sin precedentes
de la biodiversidad de los ecosistemas del mundo.
6.- La
emergencia de la “sociedad de la información” es otra de las tendencias identificadas,
pero que es susceptible de generar una nueva desigualdad: la “desigualdad digital”,
que divide a la humanidad entre los que tienen acceso a las nuevas tecnologías de
la información y la comunicación y quienes no lo tienen.
7.-
Pueden también avizorarse cambios en los sistemas democráticos y en el sistema mundial
de las Naciones Unidas como consecuencia de la globalización, que demanda una
participación más democrática de las naciones en la adopción de las decisiones
que tienen repercusión mundial.
8.- La
relevancia mundial del rolo de la mujer y una nueva perspectiva hacia una mayor
equidad de género en la educación, en la representatividad, y en la toma de
decisiones en todas las esferas de la actividad humana.
9.- El
siglo XXI debería ser el siglo del pluralismo cultural, de la diversidad y la creatividad,
en un mundo globalizado y de redes informáticas. Las nuevas tecnologías de la
comunicación y la información favorecen el dialogo intercultural, aunque
también se corre el riesgo del dominio de unas culturas sobre las otras.
10.-
Finalmente, la sociedad emergente del conocimiento asigna a la ciencia y a la tecnología
un rol cada día más estratégico e importante.
2. -
El fenómeno de la globalización.
Uno de los
fenómenos característicos de esta época finisecular es la aparición de la “globalización”
o “mundialización”, que modifica el paradigma de las relaciones interestatales
hasta ahora vigente. El concepto de “globalización” no se limita al aspecto puramente
económico; en realidad, es un proceso multidimensional que comprende aspectos vinculados
a la economía, las finanzas, la ciencia y la tecnología, las comunicaciones, la
educación, la cultura, la política, etc... Sin embargo, el proceso de globalización
no esta generando un incremento uniforme de progreso y desarrollo en todas las regiones
del mundo. La dolarización económica, a nivel planetario, se incrementa constantemente,
siendo América Latina, según el Banco Mundial, la región que presenta “la más
extrema polarización distributiva en el mundo”
3. -Un
nuevo concepto de gobernabilidad: la gobernabilidad democrática y la modernización
del Estado. Si bien la democracia formal y representativa esta incorporada como
un valor en nuestra cultura política latinoamericana, el problema radica en que
los gobiernos democráticos no han logrado ofrecer un nivel de bienestar
aceptable a todos los sectores de la población ni resolver los problemas del
desarrollo, lo cual genera frustración y crisis de credibilidad en el sistema democrático.
De ahí que el tema de la gobernabilidad democrática adquiera especial relevancia
en el debate actual.
4. -
La cultura de corrupción. Como todos sabemos, la corrupción no es algo nuevo en nuestra
vida nacional latinoamericana. Desafortunadamente, tiene una larga historia y
su presencia la detectamos en casi todas las diferentes épocas de nuestro
acontecer, siendo realmente excepcionales los periodos en que prevalecieron la
transparencia, la probidad y la austeridad administrativa. La corrupción es un
flagelo que afecta, en diferentes grados, a todas las sociedades. Hoy día puede
decirse que forma parte de tan mentado fenómeno de la globalización. Hay formas
de corrupción, como el narcotráfico y otras, que por su misma naturaleza tienen
una proyección internacional. Además, se asegura que se remonta en el pasado tan
lejos como puede llegar la mirada del historiador. De ahí que puede afirmarse
que la corrupción es tan antigua como la sociedad o como la noción misma de
Estado. Hay autores que sostienen que, precisamente, una de las razones que
llevaron a constituir la organización estatal y la división de poderes, basada
en las teorías de Montesquieu, fue para frenar los abusos del poder, una de
cuyas manifestaciones más degradantes es la corrupción. También los analistas
afirman que una de las causas más frecuentes y profundas de la inestabilidad
política, y hasta de las revoluciones, suelen ser la existencia de regímenes
altamente corrompidos.
5.-
Ética y política.
Esto nos lleva a examinar las relaciones entre la ética y la política. La tesis
de que la política es una actividad ajena a la moral, donde lo único que cuenta
es el acceso al poder, es rechazada hoy día por los politólogos más
sobresalientes, convencidos de que la política debe estar regida por la ética y
que su fin último es el poder por el poder mismo sino el bien común. En América
Latina y el Caribe se hace necesario promover una nueva cultura política basada
en la interdependencia entre lo ético y lo político, entendiendo a la ética no solo
como un conjunto de principios y valores sino como un elemento dinámico,
movilizador del comportamiento político de nuestros pueblos. Afirma Bernardo
Kliksberg que: “Comienza a crecer a nivel internacional el reclamo por “más
ética”. La opinión publica exige desde ya la erradicación de la corrupción,
pero junto a ello que se discutan temas como la ética de ciertas políticas
económicas; son los impactos humanos de la globalización; las responsabilidades
éticas de la empresa, y otros. Esa conciencia en aumento está llevando a la
organización de “frentes éticos” que promueven amplias movilizaciones y han
conseguido resultados concretos”.
6.
Necesidad de una respuesta ética a los desafíos contemporáneos. El sueño de los
pensadores que no estamos dispuestos a renunciar a la utopía, porque “sin utopía,
nos dice Joan Manuel serrrat, la vida sería un ensayo para la muerte”, es que el
siglo XXI sea el siglo de la ética, que domine y reemplace al siglo de la
técnica. Para que esto suceda, es preciso construir una modernidad ética, que mantenga
los valores del humanismo y de la igualdad de derechos entre todos y cada uno de
los hombres, subordinando el poder técnico a los valores de la ética. Sostienen
los analistas que el gran olvidado de la globalización es el compromiso ético,
por lo que sugieren un contrato moral o ético global, que frente a la lógica tecnológica,
financiera y económica, represente el contrapunto urgente de una acción
afirmativa a favor del ser humano.
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